BENEFICIOS DE LOS PERROS SOBRE LAS PERSONAS
Decía Lord Byron: “Cuanto más conozco a los hombres, más quiero a mi perro”. Doctos y sesudos críticos literarios intuyen en esta frase la desilusión del literato frente al género humano. Yo, sin embargo, y desde mi humilde punto de vista de amante de los animales, el poeta simplemente descubrió el cariño que su perro era capaz de demostrarle, algo que quizá ningún amigo o familiar había hecho.
De hecho, las reacciones positivas, tanto apreciables como intangibles, generadas en las personas que conviven con perros han sido objeto de estudio en los últimos años, llegando a conclusiones francamente asombrosas.
El perro, cuyo nombre científico (canis familiaris) ya nos da una idea de la estrecha interrelación con el hombre, ha ayudado desde tiempos remotos en tareas tales como la caza, la vigilancia y como ayuda inestimable en el pastoreo de ganado. Sin embargo, en la medida en que la sociedad ha evolucionado desde poblados nómadas o pequeñas comunidades agrícolas, a cada vez mayores áreas metropolitanas, el papel del perro ha cambiado. Todos conocemos los grandes servicios que pueden prestar estos animales en nuestra sociedad, desde la detección de explosivos o drogas, rescate de supervivientes en catástrofes, la gran ayuda a personas discapacitadas, etc.
Pero el papel del perro como compañero ha hecho que cada vez más personas lo consideren un miembro más de la familia no sólo en las grandes urbes, sino en medios donde más se habían considerado como una herramienta de trabajo y cuyo alimento (y su propia vida) dependía de realizar bien el trabajo, como era el medio rural. De hecho, como veterinario rural, cada vez más frecuentemente me encuentro con un propietario que me hace una consulta y da la impresión que se justifica por el hecho de acudir a un profesional para solucionar un problema de salud concreto de su mascota con frases como, “los niños, que le han cogido cariño”.
Este aumento de la convivencia estrecha con perros ha hecho que algunos científicos dirijan sus estudios hacia los efectos que conlleva. Uno de las primeras curiosidades que les asaltó fue cómo influye sobre el crecimiento emocional de los niños. Vieron que los pequeños que viven desde su nacimiento con animales domésticos tienen menor riesgo de padecer alergia común y que asisten más a clases
En una investigación publicada el 2002 en el Journal of the American Medical Association se realizó un seguimiento a 474 bebés sanos americanos desde su nacimiento hasta los seis o siete años. De ellos 184 estuvieron expuestos en la infancia a animales y 220 no tuvieron contacto con mascotas. Los niños que vivían con perros o gatos tenían 50% menos probabilidad de desarrollar alergias, en comparación con los que no tenían ninguna de las dos mascotas en el hogar. La razón es que los niños que tienen animales domésticos como perros y gatos desarrollan un sistema inmunológico más fuerte. Esto también contribuye a que pierdan menos días de clase por enfermedad.
Se estudió cómo la relación entre perros y niños y adolescentes era especial y reconfortante y traía muchos beneficios para el desarrollo personal. Los niños con mascotas tenían más alta autoestima y eran más populares entre sus compañeros. De hecho adquirían habilidades para cuidar de otros y al mismo tiempo demostraban más empatía y una actitud más preocupada. También se demostró que el poseer una mascota ayudaba a desarrollar la comunicación no verbal. Se llegó a demostrar científicamente que el acto de acariciar a un perro disminuía la ansiedad y reducía la hipertensión arterial y el ritmo cardíaco en condiciones de estrés. Investigadores en el Baker Medical Research Institute en Melbourne, Australia observaron que los dueños de mascotas tanto hombres como mujeres, tenían una presión sistólica y los triglicéridos en el plasma sanguíneo (es decir, el colesterol) significativamente más bajos que los que no tenían perros. Además, los resultados de un estudio anterior mostraron que la supervivencia a los infartos del miocardio era más alta en los dueños de mascotas comparados con los que no tenían mascotas, estaban físicamente más activos, visitaban menos el médico, hacían menor uso de medicamentos para hipertensión y tenían menos frecuente la sensación de soledad según un sondeo que se realizó en aquel país.
Y se llegó a la conclusión de que si eran buenos para las personas sanas y producían cambios fisiológicos saludables, lo más probable es que también interaccionaran con personas con ciertas patologías físicas o psicológicas y no solo niños, sino también adultos y ancianos.
Dos investigadores americanos, Davis en 2002 y Tucker en 2004, estudiaron los efectos psicológicos de la terapia asistida con perros y llegaron a las siguientes conclusiones:
Los perros llaman inconscientemente la atención y por este motivo, con frecuencia, se utilizan en publicidad y en el cine. En el caso de personas desorientadas – por ejemplo, y quizá sea uno de los casos más importantes, en personas que padecen la enfermedad de Alzheimer – los perros sirven como elemento de contacto con la realidad, es decir contribuyen a la orientación de las personas desubicadas en la realidad
Una de las dificultades más notables en niños con trastorno por déficit de atención, es la imposibilidad de concentrarse. Los perros sirven como punto de interés. En la medida en que un niño afectado pueda prestar atención a un perro por períodos de tiempo cada vez más largos, podrá generalizar la capacidad de concentración que va adquiriendo a otras áreas de su vida.
Ayudan enormemente a mejorar el estado de ánimo. En toda la literatura relacionada con la terapia asistida con animales, hay testimonios de los efectos positivos sobre el estado de ánimo tanto de usuarios como del personal de las diferentes instituciones. En Portugal se han realizado estudios rigurosos en que consta una mejoría notable sobre el estado de ánimo en ancianos en una residencia
Se puede concluir que son un antídoto contra la depresión, provocando que las personas asistidas con terapia con perros combatan la monotonía y superen este estado de desánimo
Los perros fomentan el contacto social; sirven de tema de conversación y facilitan las relaciones interpersonales. Los resultados obtenidos en sus investigaciones indicaron una mayor alegría entre pacientes, se estimulaba la risa, la felicidad, el sentido del humor. Se mejoraba la relación entre pacientes y de los pacientes con el personal. En un estudio realizado en una residencia geriátrica de Ohio en el que participaron 23 residentes, 15 de ellos mejoraron significativamente en las áreas de actividad, comunicación verbal, conversaciones con animales, socialización con el personal y con los otros residentes
Los perros de terapia satisfacen la necesidad innata de los seres humanos para el contacto físico. En muchas ocasiones, las personas inhibidas que rehúyen del contacto físico con seres humanos, con gusto se acercan a los perros para acariciarlos. Además, los perros sirven como motivación para las distintas modalidades de tratamiento. Un niño con parálisis cerebral que debe realizar ejercicios físicos de rehabilitación, los hace encantado cuando participa un perro.
Los individuos que padecen enfermedades mentales o baja autoestima tienden a centrarse en sí mismos. Las interacciones con perros les pueden ayudar a centrarse más en su entorno. Más que pensar y hablar sobre sí mismos y sus problemas, pueden mirar a los perros y hablar acerca de los animales.
Un estudio muy interesante demostró lo que hemos comentado anteriormente: que los niños de hogares en que la mascota es considerado uno más de la familia, desarrollan una mayor capacidad de empatía, que es un aspecto muy importante en el desarrollo del niño, relacionado con la capacidad de ponerse en el lugar de otras personas, y por tanto en ella se basa la motivación a tratar a los demás amablemente y en definitiva en aprender a apreciar y querer a quienes le rodean. Los individuos con trastorno de personalidad antisocial carecen de empatía.
Los perros crean lo que los expertos llaman un vínculo, es decir, una relación de confianza mutua. Los perros pueden abrir una vía de comunicación emocionalmente segura entre el perro y el usuario.
Otro de los parámetros importantes en los niños y adolescentes conflictivos era la aceptación. Los perros aceptan a las personas incondicionalmente. No importa el aspecto físico; no importa la raza; no importa la situación personal ni social. Muchos niños y adolescentes de riesgo se han sentido rechazados y la aceptación por parte de los perros les supone una validación personal. En definitiva los perros carecen de los prejuicios que tarde o temprano acaban aflorando en cualquier persona.
He querido con este rápido resumen de investigaciones dar otro argumento distinto al que siempre damos (como esa frase memorable de “él nunca lo haría”) para ablandar el alma insensible de los desalmados que son capaces de abrir la puerta de un coche y dejar al perro que los ha amado incondicionalmente durante meses en una cuneta sin comprender absolutamente nada, sin entender que en el hotel donde veranean no admiten animales, y el regalo de los reyes magos que tanta ilusión hizo al niño mimado ahora es un incordio. O al monstruo que es capaz de ahorcar a su perro porque no caza tan bien como esperaba. Mientras el código penal no endurezca la pena para estos delitos habrá asesinos como el que me contaba un amigo del SEPRONA, que tiró a su galgo a una poza de varios metros de profundidad y apenas un palmo de agua, lo que provocó que su agonía durase semanas puesto que disponía de algo de agua sucia para no morir deshidratado. Fue rescatado in extremis y se localizó al criminal por el microchip, pero dudo que a estas horas esté con sus huesos en la cárcel.
Y quiero acabar como empecé, con una frase, en este caso de Gandhi, que definió la importancia del trato digno a los animales de esta manera: “La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por el modo en el que se trata a sus animales”.
De hecho, las reacciones positivas, tanto apreciables como intangibles, generadas en las personas que conviven con perros han sido objeto de estudio en los últimos años, llegando a conclusiones francamente asombrosas.
El perro, cuyo nombre científico (canis familiaris) ya nos da una idea de la estrecha interrelación con el hombre, ha ayudado desde tiempos remotos en tareas tales como la caza, la vigilancia y como ayuda inestimable en el pastoreo de ganado. Sin embargo, en la medida en que la sociedad ha evolucionado desde poblados nómadas o pequeñas comunidades agrícolas, a cada vez mayores áreas metropolitanas, el papel del perro ha cambiado. Todos conocemos los grandes servicios que pueden prestar estos animales en nuestra sociedad, desde la detección de explosivos o drogas, rescate de supervivientes en catástrofes, la gran ayuda a personas discapacitadas, etc.
Pero el papel del perro como compañero ha hecho que cada vez más personas lo consideren un miembro más de la familia no sólo en las grandes urbes, sino en medios donde más se habían considerado como una herramienta de trabajo y cuyo alimento (y su propia vida) dependía de realizar bien el trabajo, como era el medio rural. De hecho, como veterinario rural, cada vez más frecuentemente me encuentro con un propietario que me hace una consulta y da la impresión que se justifica por el hecho de acudir a un profesional para solucionar un problema de salud concreto de su mascota con frases como, “los niños, que le han cogido cariño”.
Este aumento de la convivencia estrecha con perros ha hecho que algunos científicos dirijan sus estudios hacia los efectos que conlleva. Uno de las primeras curiosidades que les asaltó fue cómo influye sobre el crecimiento emocional de los niños. Vieron que los pequeños que viven desde su nacimiento con animales domésticos tienen menor riesgo de padecer alergia común y que asisten más a clases
En una investigación publicada el 2002 en el Journal of the American Medical Association se realizó un seguimiento a 474 bebés sanos americanos desde su nacimiento hasta los seis o siete años. De ellos 184 estuvieron expuestos en la infancia a animales y 220 no tuvieron contacto con mascotas. Los niños que vivían con perros o gatos tenían 50% menos probabilidad de desarrollar alergias, en comparación con los que no tenían ninguna de las dos mascotas en el hogar. La razón es que los niños que tienen animales domésticos como perros y gatos desarrollan un sistema inmunológico más fuerte. Esto también contribuye a que pierdan menos días de clase por enfermedad.
Se estudió cómo la relación entre perros y niños y adolescentes era especial y reconfortante y traía muchos beneficios para el desarrollo personal. Los niños con mascotas tenían más alta autoestima y eran más populares entre sus compañeros. De hecho adquirían habilidades para cuidar de otros y al mismo tiempo demostraban más empatía y una actitud más preocupada. También se demostró que el poseer una mascota ayudaba a desarrollar la comunicación no verbal. Se llegó a demostrar científicamente que el acto de acariciar a un perro disminuía la ansiedad y reducía la hipertensión arterial y el ritmo cardíaco en condiciones de estrés. Investigadores en el Baker Medical Research Institute en Melbourne, Australia observaron que los dueños de mascotas tanto hombres como mujeres, tenían una presión sistólica y los triglicéridos en el plasma sanguíneo (es decir, el colesterol) significativamente más bajos que los que no tenían perros. Además, los resultados de un estudio anterior mostraron que la supervivencia a los infartos del miocardio era más alta en los dueños de mascotas comparados con los que no tenían mascotas, estaban físicamente más activos, visitaban menos el médico, hacían menor uso de medicamentos para hipertensión y tenían menos frecuente la sensación de soledad según un sondeo que se realizó en aquel país.
Y se llegó a la conclusión de que si eran buenos para las personas sanas y producían cambios fisiológicos saludables, lo más probable es que también interaccionaran con personas con ciertas patologías físicas o psicológicas y no solo niños, sino también adultos y ancianos.
Dos investigadores americanos, Davis en 2002 y Tucker en 2004, estudiaron los efectos psicológicos de la terapia asistida con perros y llegaron a las siguientes conclusiones:
Los perros llaman inconscientemente la atención y por este motivo, con frecuencia, se utilizan en publicidad y en el cine. En el caso de personas desorientadas – por ejemplo, y quizá sea uno de los casos más importantes, en personas que padecen la enfermedad de Alzheimer – los perros sirven como elemento de contacto con la realidad, es decir contribuyen a la orientación de las personas desubicadas en la realidad
Una de las dificultades más notables en niños con trastorno por déficit de atención, es la imposibilidad de concentrarse. Los perros sirven como punto de interés. En la medida en que un niño afectado pueda prestar atención a un perro por períodos de tiempo cada vez más largos, podrá generalizar la capacidad de concentración que va adquiriendo a otras áreas de su vida.
Ayudan enormemente a mejorar el estado de ánimo. En toda la literatura relacionada con la terapia asistida con animales, hay testimonios de los efectos positivos sobre el estado de ánimo tanto de usuarios como del personal de las diferentes instituciones. En Portugal se han realizado estudios rigurosos en que consta una mejoría notable sobre el estado de ánimo en ancianos en una residencia
Se puede concluir que son un antídoto contra la depresión, provocando que las personas asistidas con terapia con perros combatan la monotonía y superen este estado de desánimo
Los perros fomentan el contacto social; sirven de tema de conversación y facilitan las relaciones interpersonales. Los resultados obtenidos en sus investigaciones indicaron una mayor alegría entre pacientes, se estimulaba la risa, la felicidad, el sentido del humor. Se mejoraba la relación entre pacientes y de los pacientes con el personal. En un estudio realizado en una residencia geriátrica de Ohio en el que participaron 23 residentes, 15 de ellos mejoraron significativamente en las áreas de actividad, comunicación verbal, conversaciones con animales, socialización con el personal y con los otros residentes
Los perros de terapia satisfacen la necesidad innata de los seres humanos para el contacto físico. En muchas ocasiones, las personas inhibidas que rehúyen del contacto físico con seres humanos, con gusto se acercan a los perros para acariciarlos. Además, los perros sirven como motivación para las distintas modalidades de tratamiento. Un niño con parálisis cerebral que debe realizar ejercicios físicos de rehabilitación, los hace encantado cuando participa un perro.
Los individuos que padecen enfermedades mentales o baja autoestima tienden a centrarse en sí mismos. Las interacciones con perros les pueden ayudar a centrarse más en su entorno. Más que pensar y hablar sobre sí mismos y sus problemas, pueden mirar a los perros y hablar acerca de los animales.
Un estudio muy interesante demostró lo que hemos comentado anteriormente: que los niños de hogares en que la mascota es considerado uno más de la familia, desarrollan una mayor capacidad de empatía, que es un aspecto muy importante en el desarrollo del niño, relacionado con la capacidad de ponerse en el lugar de otras personas, y por tanto en ella se basa la motivación a tratar a los demás amablemente y en definitiva en aprender a apreciar y querer a quienes le rodean. Los individuos con trastorno de personalidad antisocial carecen de empatía.
Los perros crean lo que los expertos llaman un vínculo, es decir, una relación de confianza mutua. Los perros pueden abrir una vía de comunicación emocionalmente segura entre el perro y el usuario.
Otro de los parámetros importantes en los niños y adolescentes conflictivos era la aceptación. Los perros aceptan a las personas incondicionalmente. No importa el aspecto físico; no importa la raza; no importa la situación personal ni social. Muchos niños y adolescentes de riesgo se han sentido rechazados y la aceptación por parte de los perros les supone una validación personal. En definitiva los perros carecen de los prejuicios que tarde o temprano acaban aflorando en cualquier persona.
He querido con este rápido resumen de investigaciones dar otro argumento distinto al que siempre damos (como esa frase memorable de “él nunca lo haría”) para ablandar el alma insensible de los desalmados que son capaces de abrir la puerta de un coche y dejar al perro que los ha amado incondicionalmente durante meses en una cuneta sin comprender absolutamente nada, sin entender que en el hotel donde veranean no admiten animales, y el regalo de los reyes magos que tanta ilusión hizo al niño mimado ahora es un incordio. O al monstruo que es capaz de ahorcar a su perro porque no caza tan bien como esperaba. Mientras el código penal no endurezca la pena para estos delitos habrá asesinos como el que me contaba un amigo del SEPRONA, que tiró a su galgo a una poza de varios metros de profundidad y apenas un palmo de agua, lo que provocó que su agonía durase semanas puesto que disponía de algo de agua sucia para no morir deshidratado. Fue rescatado in extremis y se localizó al criminal por el microchip, pero dudo que a estas horas esté con sus huesos en la cárcel.
Y quiero acabar como empecé, con una frase, en este caso de Gandhi, que definió la importancia del trato digno a los animales de esta manera: “La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por el modo en el que se trata a sus animales”.
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